Una breve Meditacion...


Tú tienes derecho a los más grandes logros. Y mereces conseguirlos, no importa lo que los demás piensen de tí, no importa cuál sea tu trabajo, no importa lo que hayas hecho hasta este punto en tu vida. Tú mereces lo mejor.

Eres único. Eres especial. Eres creativo y efectivo. ¡Tienes tanto valor para ofrecer, sea lo que sea que te hayan dicho...! Y nadie más que tú puede expresar ese valor. Eres el único que puede hacerlo. Eres el único que puede ser tú mismo. Tú eres quien merece vivir tu sueño. Tú eres quien tiene lo que hace falta para alcanzar ese sueño.

Si puedes verlo, si puedes imaginarlo, si puedes soñarlo, puedes lograrlo. Y es posible. Nadie te lo dará servido en bandeja. Deberás luchar noche y día por conseguirlo. Pero cuando das lo mejor de ti, cuando te niegas a que los obstáculos que se presentan en tu camino te detengan, cuando haces lo que hay que hacer, obtienes lo que te mereces; una vida rica y plena como ninguna. Cada día, a través de tus pensamientos y tus actos, convéncete de que tú eres el mejor.

Ralph Marston


Hacer lo correcto

Hacer lo correcto no es fácil. Si lo fuera, el mérito de hacerlo estaría más extendido y muchos desórdenes no tendrían lugar. Todos podemos y debemos hacer lo correcto, pero no todos estamos dispuestos a asumir las consecuencias que ello trae consigo.

Y es que hacer lo correcto, siguiendo los dictados de la conciencia, puede resultar antipático a mucha gente. Para quienes no desean corregir lo que está mal, e incluso para aquellos que objetan el bien por desconocimiento, lo que se hace en aras de corregir y limpiar puede parecer dañino, inoportuno o falso. Lo conveniente en estos casos, sin embargo, es fortalecer la postura del orden, aunque ello propicie especulaciones, tergiversaciones y hasta calumnias.

A veces, cuando se hace lo correcto, no queda más refugio ni más consuelo que la certeza de estar haciendo lo correcto. Azota el vendaval de la incomprensión, se desatan las olas del resentimiento, despliegan sus artes maléficos los intereses creados, y nada más que la conciencia limpia mantiene firmes las decisiones, porque queda, pese a todo, la íntima seguridad de estar cumpliendo con el deber.

Hacer lo correcto está siempre al alcance de todos. Sin importar dónde estemos o qué actividades desempeñemos, no habrá día que pase de largo sin habernos dado alguna oportunidad de hacer el bien. Y aprovechar esa oportunidad, cuando se presenta, es la forma en que agradecemos el don de la conciencia.

¡Qué duro es, para quien se sabe culpable, combatir las recriminaciones de la conciencia! Incluso si llegase a engañar a todos, presentándose como víctima, ¡qué fuerte resonarán en su cabeza esas verdades que no es capaz de admitir frente al mundo!

Por el contrario, la paz interior que experimenta quien está seguro de haber actuado con nobleza de intención no tiene cálculo ni precio. Duele verse sometido a la incomprensión, desde luego, pero se sabe que esa incomprensión nunca va a ser más dolorosa que experimentar las reprensiones morales de una conciencia en llamas.

Cuando se hace algo para mejorar las cosas o incluso sólo para que no empeoren, nada es tan valioso como la certeza de saberse limpio. Las lenguas viperinas no tardarán en tomar la palestra, pero jamás conseguirán que lo incorrecto deje de serlo.

“La paciencia todo lo alcanza”, solía decirse a sí misma la gran reformadora de las carmelitas, Teresa de Ávila, cuando se lanzaban contra ella las peores injurias y se manchaba su reputación con hirientes difamaciones. Y ser paciente significa hacer el esfuerzo supremo de comprender que todo cambio, por bueno que sea, genera resistencias. De mala fe o no, resistirse al cambio, al orden, a la ley, a la responsabilidad, hará que algunos profieran chismes y otros ataquen con vileza. ¿Qué puede hacerse entonces sino ejercitar la comprensión? ¿Qué se gana respondiendo con acusaciones a los acusadores?

Desde los linderos de la esfera pública, las cosas suelen verse con cierta comodidad. Cuando se desconocen los obstáculos inherentes a la responsabilidad administrativa estatal, siempre es sencillo recriminar y señalar. Claro: sin estar sometido a presiones de ningún tipo, sin poner en riesgo la propia reputación, sostener opiniones sobre lo que “debería hacerse” no es difícil.

Incluso hay quien juzga “inconcebible” que las ideas que tiene para resolver los problemas de una institución no puedan, por alguna razón, ser ejecutadas. Entonces, en lugar de preguntarse si en verdad existen fundamentos que hacen inviable su propuesta, encuentra que los cambios necesarios no se realizan porque los titulares son poco creativos o ineficientes, cuando no corruptos. “Si yo estuviera en ese puesto”, aseguran, “hace tiempo que se hubiera arreglado todo”.

Pero en la función pública, como en muchas otras actividades humanas, las soluciones no son producto espontáneo del deseo personal de hacer que las cosas funcionen. Hay innumerables circunstancias que tomar en cuenta, incontables variables que deben ser minuciosamente analizadas.

Y como hacer lo correcto implica asumir riesgos, tampoco faltarán motivos para evitar complicaciones y dejar que las cosas sigan igual. Incluso habrá quien tentadoramente aconseje: “No te metas en líos. Nadie va a agradecerte por lo que estás haciendo”.

En esos momentos, sin embargo, es conveniente sobreponerse a la comodidad. Tal vez nadie lo agradezca y quizá la reputación sólo sea una parte de lo mucho que se arriesgue, pero el insobornable tribunal de la conciencia terminará dando su veredicto, y esa absolución vale más que todas las reputaciones y todos los agradecimientos humanos.

Federico Hernández Aguilar Columnista de El Diario de Hoy.

"Somos lo que elegimos ser, siempre podemos hacer lo correcto." Spiderman 3

Enfocando La Fe

Excelente articulo escrito por Cristian Franco.

Todos los seres humanos tenemos fe. Hay quienes depositan su fe en el progreso económico. Otros invierten sus esperanzas en la posibilidad de tener un gobernante que se preocupe realmente por la gente. Muchos viven esperando que algún golpe de suerte los lleve a ser completamente felices. Y también están aquellos que simplemente tienen fe en la fe, aguardando siempre soluciones mágicas y respuestas instantáneas.

Cuando pienso en esto recuerdo un episodio conmovedor en la vida de un matrimonio que conocí hace algún tiempo. Al año de casarse, y faltando muy poco para que estos amigos concluyan sus carreras en el seminario teológico, nació su primer hijo. Pero esta alegría fue empañada rápidamente: el bebé padecía una seria e incurable anomalía genética, por la cual los médicos sólo le daban unos pocos días de vida.

Familiares y amigos se acercaron para alentarlos e inspirarlos a confiar en que todo iba a salir bien. Pero finalmente no fue así: a las pocas semanas su pequeño niño falleció.

“¿Sabes cuál fue la experiencia más difícil?”, acotó la madre, “Escuchar de labios de un amigo cercano que nuestro bebé había muerto porque no tuvimos la suficiente fe como para que él se sanara”. “Increíble”, pensé, pero inmediatamente ambos afirmaron: “Sin embargo, y a pesar de la gran tristeza que todavía experimentamos, jamás hemos creído una mentira tan grande, pues tenemos bien en claro que la fe no es un elemento místico para mover el destino a nuestro antojo, sino una realidad que nos ayuda a atravesar todas las circunstancias de nuestra corta existencia, tomados de la mano de Dios”.

Todos los seres humanos tenemos fe… pero no todos ponemos en práctica aquello en lo que creemos. En palabras de Ricardo Arjona, afamado cantante latinoamericano, “la única forma de no redundar es decir la verdad, decir que a Jesús le gusta que actuemos no que hablemos, decir que Jesús es más que cinco letras formando un nombre, decir que Jesús es verbo, no sustantivo”. Cuesta, ¡pero vaya que vale la pena vivir de esta manera!

“La confianza que ustedes tienen en Dios es como el oro: así como la calidad del oro se prueba con fuego, la fe que ustedes tienen en Dios se prueba por medio de los problemas. Si ustedes pasan la prueba, su fe será más valiosa que el oro, pues el oro se puede destruir.

¡Celebra la Vida!